martes, 16 de julio de 2024

Midareru (1964) Tormento

 


Director: Mikio Naruse

Guion: Zenzo Matsuyama

Sinopsis:  Reiko, viuda de guerra, levantó de las ruinas la pequeña tienda de su familia política. Mientras ella trabaja sin descanso, el hermano de su marido malgasta su vida bebiendo y jugando. Ahora la llegada de los supermercados amenaza el negocio. Cuando surge la oportunidad de abrir un supermercado en el local, Reiko se convierte en un obstáculo para sus cuñadas y su suegra. (FILMAFFINITY)



Hablar de Mikio Naruse es hacerlo de la fortaleza de la mujer, del conservadurismo nipón y de la radiografía más certera que se podía trasladar al celuloide del Japón de aquella época. Así lo atestigua la que es una de sus grandes obras maestras, Tormento, un filme lleno de múltiples capas que brilla ya no solo por la elegancia de su acertadísimo guion sino por la inconmensurable presencia en pantalla que irradia una Hideko Takamine que interpretó unos de los mejores papeles de su carrera.

El filme nos narra la vida de Reiko, una viuda cuyo marido murió en la guerra y quién levantó una tienda mientras su familia política huía de los bombardeos. Casi dos décadas después, vive con ellos y se encarga del negocio, el cual peligra por la irrupción de los supermercados. Su joven cuñado lleva una vida pendenciera y sus cuñadas tratan de casarla de nuevo para sacársela de encima. Cuando llega una oportunidad de negocio, aceleran este proceso siendo el hermano pequeño de la familia el único que da la cara por ella.


La cinta aborda el auge del capitalismo rural a mediados de los sesenta, la modernización del consumo. De forma muy velada, captura la perniciosa violencia con la que arrebata la vida del tendero que se suicida y que pone sobre alerta a nuestros protagonistas. En este contexto, Reiko debe sobrellevar distintas batallas. Por un lado, hacerse cargo de un negocio construido sobre la propiedad de la familia política de su esposo fallecido. Por otro, lidiar con el errante comportamiento de su joven cuñado Koji. Este elaborado y ceremonioso caldo de cultivo explota en el momento en que Koji declara su amor por ella.


El rechazo de Reiko lleva a Koji a cambiar de vida, dejar el juego y la bebida, las prostitutas y la mala vida. El joven se echa la tienda a las espaldas y trabaja como nunca ante una mirada de una Reiko que nos hace sentir el sufrimiento de no poder corresponder a este amor por el contexto social.



En el momento que las cuñadas convencen a la madre de convertir la tienda en un supermercado, relegando a Reiko de su posición como directora, Koji se opone a ello atendiendo atónito al sacrificio de ésta. Con tal de complacer a todo el mundo, inventa un prometido en su ciudad natal, dejando vía libre a la construcción del supermercado apartándose para siempre de la familia. El invento sirve también inútilmente como esperanza de que Koji consiga una esposa joven y se olvide ella.

En el momento en que Reiko sube al tren para emprender el largo viaje a su tierra natal, aparece Koji quien le dice que la acompañará hasta su destino. Es en este último cuarto de película, lejos de la claustrofóbica tienda, donde el filme agranda su imaginería visual. El uso del montaje y la música se tornan una auténtica delicia que desemboca en la parada en una pequeña población pasado Tokio. Vivimos un precioso romance nunca consumado, los personajes disfrutan de una libertad lejos de la vista de los demás. No obstante, el peso de los años de cerrazón emocional, les impide ser felices.



El resultado de todo esto deriva en un final precipitado que, sí, puede pecar de efectista, lo cual a su vez, a mi parecer, resulta un acierto. El hecho de que las películas de la época no tuvieran títulos de crédito finales, obliga al espectador a llevarse la tragedia final, fruto de todo lo vivido hasta el momento, fuera del visionado de la película. El público se lleva a casa el impacto emocional y la reflexión que conlleva.