Dirección: Akira Kurosawa
Guión: Akira Kurosawa & Masato Ide
Nacionalidad: Japón
Reparto: Tatsuya Nakadai, Tsutomu Yamazaki, Kenichi Hagiwara, Daisuke Ryu, Masayuki Yui, Toshihiko Shimizu
La última etapa
del director nipón Akira Kurosawa (1910-1998), tras lograr traspasar las
fronteras y ser un director de referencia en medio mundo por sus películas
realizadas entre los años 50 y principios de los 60, estuvo lastrada por una
terrible depresión que sufrió y que casi lo llevó al suicidio. Parte de todo
este pesimismo se puede observar en el carácter taciturno y apesadumbrado de
algunas de sus obras posteriores. Sintiéndose poco valorado como profesional,
las productoras japonesas no querían financiar sus nuevos proyectos. Es por
ello que sus colegas norteamericanos, grandes admiradores de su obra, tales
como George Lucas, Steven Spielberg o Francis Foid Coppola, decidieron producir
sus nuevos films. Gracias a ellos pudo llevar a cabo obras de grandísimo
presupuesto como Kagemusha (1980), Ran (1985) o Dreams (1990).
Kagemusha, Palma de Oro en Cannes en 1980, es una especie de preludio de Ran, donde se muestra con una tristeza
estética el drama de la guerra, la fe ciega y la fuerte jerarquización
reinante. La voluntad humana es aniquilada en pos de la unión del clan y el
interés común de los líderes de la guerra. La importancia de la vida humana
pierde cualquier atisbo de valor siempre y cuando no sea quien tenga que guiar
a los demás.También intenta incidir en
la relación familiar entre padre e hijo, la presión de los militares, del
nombre de la familia y el clan y la frustración recogida durante años por un
gozar de un talento no reconocido.
Tanto el ladrón,
eterno Tatsuya Nakadai, que es usado como doble del fallecido líder del clan
como el hijo de éste son personas usadas sin tener en cuenta jamás sus propias
emociones o sentimientos respecto a lo que pasa, no son valoradas por lo que
son sino por el papel que están obligados a desempeñar. Ambos son dos partes
del mismo hombre, de Akira Kurosawa y la tristeza que le invadía casi diez años
después de su intento de suicidio.
El japonés saca
matrícula de honor en el aspecto técnico del film, donde la fotografía, usando
un colorido vivo a la vez que abatido, ayudado de la magnífica dirección coral
de actores, es todo un prodigio y un deleite visual. La banda sonora que en un
inicio parece algo desubicada, con reminiscencias del western clásico, acaba por
desempeñar un importante papel a la hora de reforzar la emoción dentro de las
escenas con más tensión dramática del film. También es destacable el
acompañamiento musical con el colorido de las escenas oníricas y fantasiosas.
Luis Suñer
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