Director: Yasujiro Ozu
Guión: Yasujiro Ozu,
Tadao Ikeda, Takao Yanai
Nacionalidad:
Japón
Sinopsis: En una ciudad
provinciana, un profesor viudo lleva una vida modesta en compañía de su único
hijo. Cuando en un viaje escolar, un alumno se ahoga en un lago, él asume la
responsabilidad del accidente y dimite. Decide entonces abandonar la ciudad y
trasladarse a su pueblo natal. Durante el viaje, padre e hijo discuten sobre el
futuro y entre ellos se establece una relación al mismo tiempo cercana y
distante. Un día el padre le anuncia que tiene la intención de mandarlo a
estudiar a un internado. Años más tarde, el padre trabaja en Tokio y el hijo es
maestro.
Ya se habló de
la figura de Yasujiro Ozu en Cine Monogatari en las entradas correspondientes a
las películas Buenos días (1959) y He nacido, pero… (1932), no obstante,
una personalidad tan genuina en el mundo del séptimo arte no puede sino dejar
de sorprender, no tan solo al que aun está describiendo su filmografía, sino
incluso al que la revisa, por lo que es preciso regresar de nuevo a él.
Situada en su
etapa intermedia, entendiendo su periodo más jovial en sus films mudos y de los
años 30, y el de madurez a finales de 40 hasta su muerte en 1963, Había un padre no deja de ser la
antesala de un estilo futuro que intentará mejorar y redondear con el tiempo.
Sin embargo, el escaso metraje de este inolvidable film, que no llega a los 90
minutos, nos sumerge de lleno mediante el realismo costumbrista a la realidad
japonesa de una época anterior a la derrota bélica ante USA y a las
preocupaciones vitales que con tanta maestría Ozu supo llevar a la gran
pantalla, ofreciendo una dosis reducida que resulta en parte más efectiva que
algunos de sus films futuros.
La historia de
un profesor que debido a un error mortal decide abandonar su carrera, nos lleva
a vivir de manera casi palpable la relación con su hijo, elaborando con
detenimiento la más inteligente manera de mostrar la forma en la que el deber
de ambos, impuesto por la voluntad de la figura paterna, los obliga a
mantenerse separados durante toda su vida. Se abarca gracias a la reunión del
protagonista con sus viejos alumnos la fluidez del paso del tiempo, como esta
se mantiene ligada a la familia y como nace la irremediable necesidad de
enlazar al hijo con una mujer para que forme una nueva. Ozu nos habla desde el
modo más calmado posible del devenir de los nuevos cabeza de familia, el relevo
intergeneracional y su confrontación a la hora de entender las relaciones
familiares hasta ahora enfrentados dentro de la correlación intrínseca en la
sociedad japonesa entre el deseo y el deber.
Luis Suñer
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