domingo, 28 de diciembre de 2014

Chichi ariki (había un padre) 1942


Director: Yasujiro Ozu

GuiónYasujiro Ozu, Tadao Ikeda, Takao Yanai

Nacionalidad: Japón


SinopsisEn una ciudad provinciana, un profesor viudo lleva una vida modesta en compañía de su único hijo. Cuando en un viaje escolar, un alumno se ahoga en un lago, él asume la responsabilidad del accidente y dimite. Decide entonces abandonar la ciudad y trasladarse a su pueblo natal. Durante el viaje, padre e hijo discuten sobre el futuro y entre ellos se establece una relación al mismo tiempo cercana y distante. Un día el padre le anuncia que tiene la intención de mandarlo a estudiar a un internado. Años más tarde, el padre trabaja en Tokio y el hijo es maestro.


Ya se habló de la figura de Yasujiro Ozu en Cine Monogatari en las entradas correspondientes a las películas Buenos días (1959) y He nacido, pero… (1932), no obstante, una personalidad tan genuina en el mundo del séptimo arte no puede sino dejar de sorprender, no tan solo al que aun está describiendo su filmografía, sino incluso al que la revisa, por lo que es preciso regresar de nuevo a él.


Situada en su etapa intermedia, entendiendo su periodo más jovial en sus films mudos y de los años 30, y el de madurez a finales de 40 hasta su muerte en 1963, Había un padre no deja de ser la antesala de un estilo futuro que intentará mejorar y redondear con el tiempo. Sin embargo, el escaso metraje de este inolvidable film, que no llega a los 90 minutos, nos sumerge de lleno mediante el realismo costumbrista a la realidad japonesa de una época anterior a la derrota bélica ante USA y a las preocupaciones vitales que con tanta maestría Ozu supo llevar a la gran pantalla, ofreciendo una dosis reducida que resulta en parte más efectiva que algunos de sus films futuros.


 La historia de un profesor que debido a un error mortal decide abandonar su carrera, nos lleva a vivir de manera casi palpable la relación con su hijo, elaborando con detenimiento la más inteligente manera de mostrar la forma en la que el deber de ambos, impuesto por la voluntad de la figura paterna, los obliga a mantenerse separados durante toda su vida. Se abarca gracias a la reunión del protagonista con sus viejos alumnos la fluidez del paso del tiempo, como esta se mantiene ligada a la familia y como nace la irremediable necesidad de enlazar al hijo con una mujer para que forme una nueva. Ozu nos habla desde el modo más calmado posible del devenir de los nuevos cabeza de familia, el relevo intergeneracional y su confrontación a la hora de entender las relaciones familiares hasta ahora enfrentados dentro de la correlación intrínseca en la sociedad japonesa entre el deseo y el deber.
 
Luis Suñer

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