Director: Yasuzo Masumura
Guión: Kaneto Shindo
Nacionalidad: Japón
Sinopsis: Poco antes de la guerra ruso-japonesa, Okane –para salir de la miseria- acepta ser la concubina de un anciano. Cuando muere éste, vuelve al pueblo donde la tratan como a una paria. Todos menos Seisaku, que se enamora de ella.
Hace poco
hablábamos en este mismo blog del papel de la mujer en la sociedad japonesa y
la reivindicación que se vivía por parte de ésta en la filmografía de Kenji
Mizoguchi y de Mikio Naruse. Una visión
también muy personal tiene otro nombre conocido de Cine Monogatari, Yasuzo
Masumura, del cual reseñamos hace poco La
bestia ciega (1969). En la película
que abordamos hoy, no deja de contener las mismas preocupaciones y obsesiones
que se reiterarán y que se podrán palpar en otras cintas de su filmografía
posterior.
Como bien
indicábamos desde un buen principio, la mujer ocupará un rol totalmente predominante
en el cine de Masumura, llegando a abanderar y afrontar cual es el destino del
género femenino como ente individual en una sociedad nipona golpeada por
diferentes confrontaciones políticas o sociales, siendo siempre sus
protagonistas hijas de su tiempo que tendrán que lidiar con un seguido de
problemáticas, casi siempre machistas y represoras, ligadas a la época que les
ha tocado vivir. No será Seisaku’s Wife ninguna excepción, si en Red Angel (1966) un año más tarde será
una enfermera la que vivirá las desgracias de la segunda guerra sinojaponesa
sufriendo en un hospital situado en territorio de combate chino muertes,
amputaciones, lloros, rechazos y la presión culpable de ser presente ante la
decisión de quien vive y quien no, en la película a la que hoy nos acercamos,
el irremediable reclutamiento y la voluntad masculina por ver a su país
prosperar en la guerra rusojaponesa acontecida a principios del siglo XX, será
visto desde el punto de vista femenino de quien debe verse obligada a tolerar
la separación amorosa y el miedo a la muerte del ser amado.
El erotismo por
su parte volverá a imperar, no llegando a los extremos hipersexualizados de Tatuaje (1966) o La bestia ciega (1969), pero sí sirviendo de nexo de unión primero,
con un anciano que mantiene a Okane (nuestra protagonista), y segundo,
contrastando con el primero al tratarse del abandono al propio deseo carnal
nacido desde lo más veraz de su ser. La sexualidad se erigirá como la
manifestación metafórica de una unión real entre dos personas y que conllevará
un nivel de unión tan potente que, como en La
bestia ciega, desencadenará, esta vez desde un punto de vista más cuerdo,
en la violentación del ser amado como única vía de escape ante las presiones de
una sociedad exterior cada vez más amenazante y represora.
Y es que al fin
y al cabo, de lo que trata esta película, es sobre la soledad, el miedo que
esta atesora y la falta de empatía y el horror con el que se puede llevar a
tratar a un ser humano dependiendo de su sexo y de las decisiones que haya tomado
a lo largo de su vida. De hecho, la sociedad como tal, se permitirá el lujo de
prejuzgar sin tener ni si quiera el más mínimo conocimiento sobre la causa que
critica. No será casualidad que ante dos personas que deciden libremente actuar
obedeciendo a sus propias pasiones y no a sus deberes como ciudadanos de una
comunidad enferma, el único ser humano que durante todo el metraje sea capaz de
comprenderlos y ayudarlos en sus momentos más difíciles, sea un deficiente
mental con mucha más bondad y buen corazón que cualquiera de sus cuadriculados
vecinos.
Luis Suñer