viernes, 19 de junio de 2015

Onna ga kaidan wo agaru toki (Cuando una mujer sube la escalera) 1960

Director:  Mikio Naruse

Guión:  Ryuzo Kikushima

Nacionalidad: Japón

Sinopsis:  Keiko acaba de quedarse viuda y tiene que valerse por sí misma. Encuentra un empleo como anfitriona en un local de Tokio, pero además de cubrir sus propios gastos debe ayudar económicamente a un hermano enfermo y sin trabajo. Tras seducir a un rico cliente, una joven geisha deja el trabajo, cosa bastante habitual. En cambio, Keiko, que desea honrar la memoria de su marido, se niega a relacionarse con los ricos clientes de la casa.

Cuando queremos dirigir nuestra mirada hacia el papel del género femenino en la sociedad japonesa de la mitad del siglo XX, nos viene a la mente los dramas sociales del inconmensurable Kenji Mizoguchi. Películas como Los músicos de Gion (1953) o La calle de la vergüenza (1956), nos muestran una realidad contemporánea del momento donde el universo de las geishas y la prostitución parecen tambalearse erigiéndose un seguido de figuras femeninas impetuosamente luchadoras que emprenden una batalla a priori perdida contra las mujeres que se dejen dominar y contra una sociedad liderada por  hombres que mantienen en estado de subyugación al sexo femenino.  Y sin embargo, esta no parece ser la única voz crítica con la situación vivida en aquel momento. Mikio Naruse, el cuarto gran nombre del cine clásico japonés a la sombra tan solo de leyendas como Akira Kurosawa, Yasujiro Ozu y el ya mentado Kenji Mizoguchi, se vale de un estilo adoptado casi del Hollywood clásico cuya dirección se basa en una potentísima fotografía panorámica en blanco y negro y planos fijos para dotar de toda la mayor importancia y énfasis a un guión que funciona a la perfección gracias a unas actuaciones apabullantes de gran parte del reparto.


La película a la que nos referimos hoy dentro de la extensa filmografía del director nipón, es Cuando una mujer sube la escalera (1960), un relato desolador sobre una mujer viuda que se gana la vida como mujer de compañía (en el buen sentido de la palabra) prostituyendo su tiempo y falseando sus verdaderas emociones con tal de agradar a los hombres y seducir su impulso de consumir. Tras la muerte de su marido, al que siente no haber amado como este se merecía en vida, se promete huir del amor pasional lo que le lleva a esconder sus verdaderos sentimientos hacia quien regenta el negocio, un  Tetsuya Nakadai en un registro más calmado y comedido de lo normal, mostrándose hierático y liberando sus verdaderas emociones al espectador en pequeñas dosis a medida que avanza el metraje.


Si por algo destaca este filme, no es tan solo por el lado en el que apela a la fuertes sentimientos reprimidos, es también porque deambula, apunta, dispara y destapa todo un seguido de males endémicos focalizados en el papel de la mujer en la sociedad y la importancia del dinero. Mamá, que es así como se llama la protagonista, tiene que lidiar con compañeras de trabajo con mucha más consciencia (o más bien con menos escrúpulos a la hora de utilizar sus armas) de itgirl capaz de manejar el control de los hombres. Mientras el papel de estas mujeres se supone que es el de engañar a los hombres con mentiras y falsos halagos interesados, Mamá vive poco a poco una situación inversa, siendo engañada por todo tipo de hombres que tan solo encuentran en ella un divertido juguete de amabilidad emocional y sexual. A su vez, el convertirse mediante su empleo en una mujer de dinero, la perderá en la búsqueda incesante de salir de su propio universo construyéndose uno propio, comprando un local que ella misma regente fortaleciendo con ello tanto su dignidad moral como su propia liberación personal.  No podrá sin embargo repeler la incesante aproximación de una familia fracasada que repudia su trabajo pero que no le hace ascos a un dinero que no tienen reparo en arañar cualquier resquicio que les permite apelar a la debilidad de su carácter con tal de conseguir bienes económicos.  

La consecuencia de todo esto será un canto a la dignidad y a la realización personal de la mujer sacrificada que, como ya apuntaba en los filmes anteriormente mocionados de Mizoguchi, está cada vez más cerca de tomar una auténtica consciencia de si misma y por ende luchar y  elevarse como una realidad emergente destinada a cambiar el rumbo de una nación.


Luis Suñer 


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