Dirección: Orson Welles
Guión: Orson Welles (Novela: Sherwood King)
Nacionalidad: Estados Unidos
Reparto: Orson Welles,Rita Hayworth, Everett Sloane, Glenn Anders, Ted de Corsia, Erskine Sanford, Gus Schilling, Carl Frank, Louis Merrill, Evelyn Ellis, Harry Shannon
Sinopsis: Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos. (FILMAFFINITY)
Orson Welles, (1915
– 1985) destacó en el mundo del cine por incluir aspectos para nada
convencionales en sus films, revolucionar la forma y el contenido en una
libertad creativa excepcional que le llevó a sufrir severas críticas del
momento así como abandonar Hollywood después de ésta su quinta película para no
volver hasta diez años después con Sed de
mal.
Sin hacer un uso
tan evidente de picados y contrapicados como en Ciudadano Kane y en la posterior Sed de mal, ni tampoco el uso de planos ladeados como en El tercer hombre (película en la que
Welles ayudó en la dirección), en el aspecto formal es justo alagar el cuidado
de los contrastes entre luces y sombras en escenas en movimiento y el
barroquismo en la fotografía que convierte la película en una obra manierista en
la que escenas como la del teatro chino lo evidencian.
La música, en
ocasiones exótica y simbólica dependiendo del lugar donde se encuentran sus
protagonistas, se torna un gran aliciente al acompañar a las escenas dotándoles
de una sensación trepidante que obliga al espectador a quedarse atónito
deseando con fervor conocer con la máxima rapidez la resolución de las intrigas
desarrolladas a lo largo del relato.
Dichas intrigas, vienen movidas por un guión que acaba volviéndose casi más loco que el propio Welles moviéndose por un mundo de engaños y argucias. Y es que el guión es tan inverosímil como alocado, lo cual me hace valorar aún más positivamente esta película si tenemos en cuenta la osadía que nos presenta Welles en pleno 1947. Antes de que los Tarantinos y los Godards revolucionaran el lenguaje, Welles mezcla en esta película un sinfín de géneros, partiendo del cine negro para pasar a la acción y a la comedia y permitirse una locura casi onírica y simbólica al final como si del más posmoderno director de los noventa se tratara.
El personaje
interpretado por Welles huye de la losa que le ha caído encima, reclamando
libertad. Y esta palabra es la que encuentro más adecuada para definir esta película.
Libertad. Welles hace exactamente lo que quiere y lo hace tan bien, cuidando al
máximo la compenetración entre imagen y sonido, que logra un ejercicio de
libertad creativa trepidante.
Luis Suñer
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