Dirección: Zhang Yimou
Guión: Bi Feiyu (Novela: Li Xiao)
Nacionalidad: China
Reparto: Gong Li, Li Baotian, Li Xuejian, Sun Chun, Fu Biao, Chen Su, Gao Ying, Liu Jiang, Qianquan Yang, Jiang Baoying
Sinopsis: Tras aliarse con Chang Kai Skek y participar en la masacre comunista de
1927, Tang el Patrón, se ha convertido en el jefe supremo de la banda
más poderosa de Shangai. Cuando su sobrino llega a la ciudad, queda
impresionado por la riqueza y el lujo que le rodean. (FILMAFFINITY)
Es imposible que
prime la objetividad en esta entrada, la cual considero algo especial y fuera
de la tónica de las demás, debido a que he de reconocer que el director chino
Zhang Yimou es uno de mis cineastas favoritos en activo. Nos deleitó a todos
con aquellas historias protagonizadas por mujeres (Gong Li en la mayoría de
ocasiones) que se veían obligadas a luchar en un mundo donde reinaba el
machismo y la falta de libertad, ya sea en los años veinte o en las zonas
rurales en la era comunista. Una vez pasada aquella etapa de los noventa, en la
década posterior nos sorprendió y para bien con aquella trilogía wuxia, formada por Hero (2002), La casa de las
dagas voladoras (2004) y La maldición
de la flor dorada (2006), donde las espectaculares coreografías de
luchadores desafiando las leyes de la física creaban unas escenas de acción sin
precedentes dentro de un relato melodramático con una factura técnica impecable
gracias a los intensos juegos cromáticos de una fotografía sin igual.
La película que
nos atañe hoy es La joya de Shanghai,
un nuevo reto para Yimou, que en su afán por experimentar diferentes temáticas
y géneros se decantó por adaptar libremente una novela de gángsteres ambientada
en la ciudad que da nombre a la película en los años 30. El relato es
presentado a partir de los ojos de un joven de 14 años que emigra del pueblo a
la ciudad con intención de hallar una vida mejor. Sirve como criado durante una
semana para la femme fatale (más
caprichosa que poderosa) de un jefe de la tríada china estrechamente ligado al
régimen del dictador nacionalista Chan Kai Shek.
Durante la
primera parte del film nos adentramos en el mundo de esta mujer (Gong Li) a la
vez que en los negocios del jefe de la mafia, todo ello visto siempre desde la
distancia con la que asiste a los hechos el joven protagonista. Una fotografía
en ocasiones similar a la empleada por Kubrick (plano fijo con un único punto
de fuga central, pero en esta ocasión con la cámara pegada a unos de los
extremos), nos muestra los entresijos de los diferentes espacios donde se
mueven los protagonistas y nos adentra
además en los constantes números musicales ofrecidos por Gong Li,
entremezclando el ocio y los negocios.
La segunda parte
del film, que transcurre en una isla debido a un choque de intereses en una
explosión de violencia entre bandas, consigue hacer ganar en intensidad al
film, desnudando la personalidad de Xian Jimbao (nuestra Joya de Shanghai),
consciente de sus errores y consecuente con ellos, a la vez que nos regala
escenas de gran lirismo tanto visual como auditivo como cuando Gong Li junto al
niño criado y una niña que vive en la isla deciden interpretar una canción en
un momento imprevisto.
Pero por si algo
destaca esta película, no es por la dureza del mundo de la mafia ni por los
entresijos que estos puedan llegar a tener, es por una fotografía inmensa, que
convierte casi cada fotograma de la cinta en una maravillosa obra de arte. Las
escenas en la isla, donde hay constante juegos cromáticos de azules, ocres,
verdes y amarillos son puras reproducciones de obras impresionistas que bien
podrían ser del mismo Claude Monet.
Luis Suñer